domingo, 6 de septiembre de 2015

Una vez más

 -"Ahí va de nuevo."- dicen los vecinos del barrio cuando pasa frente a ellos. ¿Qué querían que hiciera además de andar por ahí?

Desde que era chica había cruzado por ahí con su padre; era el único camino que conocía para llegar a casa. Día tras día pasaba a la misma hora, por el mismo lugar, con la misma intención.

Dicen los que la ven llegar a su destino que realmente nunca entra a la casa, ni tan siquiera toca la puerta. Algunos creen que no se animaba, otros que era la casa equivocada. Quienes conocen su historia sabían que esto no era cierto. Esa era la casa correcta, la misma a la que ansiaba llegar todos los días. Sin embargo, hacía ya mucho tiempo había dejado de ser un hogar para ella. Todo lo que una vez anheló, ya no se encontraba allí. Ese sentimiento de sentirse querida, de sentirse importante se había desvanecido hace tanto tiempo ya, y aunque supiera que allí dentro todavía había una cama esperándola, era sencillamente muy doloroso pasar la llave por la cerradura para poner pie dentro de ese encierro. Porque aunque ella tiene la llave desde los 12 años,  llegó un día en el que simplemente no lo soportó más y huyó sin rumbo, sin meta, sin destino.
No sabía a dónde se dirigía realmente, pero la soledad y el sentimiento de insignificancia se hicieron simplemente muy fuertes para soportar. Se estaban ahogando poco a poco y perdiéndose en el olvido. Y desde que salió cuida la llave y es esta su tesoro más preciado y es por esta que regresa. Sabe que es esta la que le permitiría volver a entrar a su hogar, pero no la utiliza porque allí dentro no la espera la utopía que sueña sino la cruda realidad de la que ella un día huyó.
Aun así, día tras día regresa con llave en mano, con sueños y anhelos, y el deseo ferviente en su corazón de cruzar la puerta una vez más. Más una vez más no lo logra y duerme en la acera a la puerta de su hogar, a metros del cuarto que aún conserva su esencia y tiene sueños placenteros de la vida que desea encontrar al pasar la puerta de lo que una vez fue su casa.

Pero no todo lo bueno puede durar por siempre y es por esto que en la pura mañanita cuando ni siquiera ha salido el sol, se despierta y huye una vez más. Ya tiene la ruta, ya tiene el trillo, ya hasta los árboles se han cansado de verla cruzar. Ya tiene su escondite donde se desvanece con facilidad. Se esconde del sol, de las miradas piadosas, y de su familia, de esa que una vez fue pero ya no es más. Y ellos le pasan al lado y no notan jamás la identidad de la loca que los mira con alegría sin nunca explicar su sonrisa.

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